El Santuario
de Schoenstatt

Transformación interior

¿Cómo explicar la fuerza transformadora del Santuario? En el fondo, es una consecuencia de la gracia del cobijamiento: porque nada transforma tanto como el hecho de experimentarse amados. En efecto, el experimentarnos amados y cobijados por Dios y por María en el Santuario, nos causa una alegría interior y un impulso vital tan grandes, que necesariamente nos cambia: porque al experimentar ese inmenso amor que se nos da, se despiertan y desarrollan las fuerzas de nuestro propio amor.

María implora para nosotros en el Santuario al Espíritu Santo. El accede a su intercesión, muestra su fuerza transformadora y forja en nosotros vivas imágenes de Cristo y de María. La unión que experimentamos con María, culmina en un intercambio de corazones que asemeja y transforma. Ella nos hace participar de su luz, nos educa y ennoblece.

En la actualidad, no sólo existe el desafío del ateísmo militante, sino también el fenómeno del ateísmo práctico, que de una y mil maneras impregna la cultura y el medio ambiente en que vivimos y hace que nuestra vida cotidiana esté muy alejada de Dios.

La gracia de la transformación interior hace fecundo el esfuerzo por nuestra autoformación y nos lleva a vencer en nosotros al «hombre viejo», que se aparta de Dios por el pecado y se conforma con una vida mediocre y egoísta. Nos hace sensibles a la voz del Señor y dispuestos a seguir en todo la voluntad del Padre; nos libera de las múltiples esclavitudes que nos atan y frenan nuestro crecimiento interior; nos saca de la cárcel del yo, para convertirnos en personas abiertas al tú y dispuestas a servir a los hermanos, a ser, en verdad, hombres nuevos en Cristo Jesús.

En la vida de miles de personas que se acercaron a Schoenstatt y sellaron una Alianza de Amor con la Santísima Virgen en el Santuario, ha sido evidente ese proceso de transformación interior. Incluso algunas de ellas se encuentran en proceso de beatificación. En primer lugar, el mismo Padre José Kentenich, pero también muchos de sus hijos espirituales.